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Discapacidad y especificidad
Desde hace unos pocos años se viene
hablando de la especificidad del síndrome de Down (SD).
Ha sido ésta una cuestión que ha
ocupado a los especialistas y sobre la que se ha escrito en
Muchas publicaciones, y hablado en
diferentes foros. De manera muy acertada, Perera (1995),
al referirse a este asunto, alude a
los “aspectos propios, específicos, singulares o exclusivos del
Síndrome de Down, que no se dan en
otras patologías cerebrales, o se dan en proporción diferente, y que por lo
tanto marcan los límites o las diferencias con otros tipos de deficiencia
mental”.
En efecto, como tendremos ocasión de
ver un poco más adelante, las personas con SD presentan algunas
características peculiares, específicas. La alteración cromosómica provoca
una
Temprana serie de disfunciones que
condicionan, de alguna forma, el aprendizaje. Y habrá que tener muy presentes
esas formas de procesar la información, esas dificultades propias, con el fin
de ajustar nuestra intervención a las necesidades concretas que presentan
estos niños. A mi modo de
ver, se ha hecho un uso demasiado
reduccionista del término especificidad, resaltando más el sentido de exclusividad.
Me parece más oportuno considerar esta especificidad del síndrome de
Down como una nota característica a la
hora de abordar los tratamientos, sin más connotaciones.
Desde un punto de vista práctico, y en
lo que respecta a la atención temprana, no debe haber Centros en los que se
atienda única y exclusivamente a niños con SD. Por supuesto que el programa
deberá tener en cuenta las características específicas de estos niños,
diseñando así objetivos y actividades que se adapten a sus necesidades
peculiares, de forma que la intervención resulte más eficaz. Pero un Centro
de Desarrollo y Atención Temprana debe tener una visión más amplia de la
realidad.
Tal vez una intervención específica y
exclusiva para una población determinada (en
este caso para niños con SD), llega a
convertirse en algo cerrado y hasta rígido, incluso monótono para los
profesionales, no alcanzándose a analizar otros aspectos de la intervención
que no se consideran tan necesarios, al centrarse más en la alteración que
padece el niño. Los programas de AT, como hemos visto más arriba, no sólo se
dirigen a niños con deficiencias o problemas en su desarrollo, sino también a
niños y familias de alto riesgo. Cuando se trabaja con muestras más amplias
(niños de alto riesgo biológico, niños y familias de alto riesgo
socio-ambiental,
niños sin patología evidente), se
tiene una visión más global de la atención temprana, y se comprende mejor esa
perspectiva transaccional y ecológica a la que antes nos hemos referido, que destaca
tanto la calidad de la relación del niño con su medio, y la importancia que
éste tiene en su crecimiento y desarrollo.
Esto no significa, en ningún caso,
abandonar el estudio y la consideración de las cualidades específicas del
niño con SD.Lo que se propone es abrir los Centros de Atención Temprana en
los que se atiende solamente a niños con SD, a otras poblaciones susceptibles
de esta intervención, sin que ello suponga ningún perjuicio para ellos. Es
evidente que el programa de AT dirigido a niños con SD
y sus familias conservará sus notas
peculiares, pero no olvidemos que hay muchos aspectos comunes
a los programas para otras poblaciones
de niños y familias.
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